Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande.
Un pueblo que de tan grande nos lo
hicieron Ciudad Guzmán hace cien años.
Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo
que todavía le decimos Zapotlán.
Es un valle redondo de maíz, un circo de
montañas sin más adorno que su buen temperamento,
un cielo azul y una laguna que viene y
se va como un delgado sueño.
Juan José Arreola
Recuerdo
con alegría mi rancho, que no es mi rancho, es de mi mamá, pero que dice
Arreola que de tan grande ya nos lo hicieron ciudad. Yo digo que es mío también
porque traigo sangre de allá.
Ahí
vive gran parte de mi familia y cuando nos juntamos siempre somos muchos, el
comedor se llena y la mesa también se llena de comida; porque si algo nos gusta
a todos es comer. Para empezar unas tostaditas de chile de uña con un vasito de
coca, unos pepinos con jícama y unos calmatitos con salsa “La Tía”. Luego de
plato fuerte ya sea que maten un puerco,
que hagan una birria en el horno, un pozole, una cuachala o unos taquitos al
vapor que mi Tía Meche le quedan tan buenos, luego, si hay, un ponche de
granada con pepino ¡pa´ la digestión!
Somos
tantos que el pasillo se ensucia de tanta pasadera, los niños corren y se van a
jugar al corral.
Yo
también, cuando era niña me iba para el corral, a jugar con mis primas con el
barro que mis tíos usaban para trabajar, esas tardes se pasaban lento, entre el
guayabo y el árbol de granadas, horas y horas haciendo taquitos o figuritas de
barro. Recuerdo el aroma y el color del barro, también de la tierra amarilla y
a mis tíos amasando el barro con los pies, poniendo las tejas en el horno, y
corriendo para meterlas cuando llovía.
En
ese corral han pasado muchas cosas, dicen que mi abuela tenía muchos animales,
puercos y gallinas, siempre ha habido un perro cuando menos, y un día de esos
que mi abuela estaba matando pollos, ya que le había cortado la cabeza al animal
que se le escapa y que empieza la corredera, el condenado animal persiguió a mi
primo Jairo sin cabeza y el otro corre y corre, a la fecha Jairo no se come ni
un pedazo de pollo. También dicen que mi tío Kiko “vio al diablo” que era un
toro negro que salió de un arroyo que pasa por un ladito, ahí mismo celebramos
los quince años de mi prima Miriam y prendimos una “lumbrada” ya que mi primo
René se había ido pa´l norte.
Si
no estábamos en el corral era porque andábamos en el cerro, remojándonos allá
en las peñas en esos ríos de agua clarita, muy cerquita de “los compadres”, que
son unas piedrotas que según cuentan eran unos compadres que pues… sin ofender
a la comunidad LGBT por el término (ya tiene uno que pedir perdón de todo) dice
la gente que eran “jotos” y que por eso Dios los castigo y los convirtió en
piedras. Son tan bonitos esos cerros, con sus formas como que nos quieren decir
algo, frondosos y tan verdes como ellos solos.
El aroma
de leña quemada me gusta mucho porque me hace sentir que estoy allá, en la casa
de mis abuelos, ya que para meternos a bañar hay que calentar el agua con leña,
sino con agua fría.
De
todos mis tíos recuerdo sus manos gruesas y forradas de barro, de mis tías el
sazón en las manos, de las cuatro mi mamá era la que menos cocinaba pero era la
más trabajadora de todas, de eso sí no hay duda.
Recuerdo
subirme a la pila del corral para mirar a lo lejos el volcán cerrar los ojos e
imaginarme que estoy en la cima, también subirme a los compadres para mirar desde
arriba “mi rancho” Zapotlán.

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ResponderEliminarhaaaaaaaaaaaa!!!! hermoso!
ResponderEliminarGracias por comentar, y los calmantitos, son cueritos de puerco, pero de verdad, o sea recién salidos del cazo, hasta tienen poquitos pelos, a esos les pones limón, sal y salsa "la tía" es una salsa picante que ya venden en botella allá en Zapotlán, como la "valentina" pero más buena porque es artesanal y hasta se le ven las semillitas del chile. Luego que vaya te traigo una.
EliminarY se llaman calmantes porque te calman el hambre.
EliminarQue chido es saber!!!
ResponderEliminarPerrón! Me antojaste la cuachala con mucha enjundia. Ver tanta letra coherente junta me contagió y decidí recuperar mi blog; a darle a la catarsis! Y sigue echando entradas, eh?
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